Por Que Fumamos?

El consumo de tabaco es una conducta compleja que se explica sobre la base de dos grandes factores:
 
La adicción física

La adicción física es debida a la nicotina que contiene el tabaco. Al fumar, se produce un aumento inmediato de la tasa de nicotina en sangre provocando una serie de efectos sobre el organismo. 
 





Transcurrido un tiempo, que oscila entre media hora y una hora, los niveles de nicotina en sangre van descendiendo y empiezan a notarse sensaciones de malestar que sólo desaparecerán cuando vuelvas a fumar.

Es en este momento cuando aparece la urgencia por fumar y la necesidad de restablecer los niveles de nicotina

Es posible que los fumadores que presentan una alta adicción a la nicotina se encuentren con mayores dificultades para abandonar el hábito. Si es tu caso, existen tratamientos farmacológicos que, de forma complementaria a nuestro plan de 10 etapas, pueden ayudarte a dejar de fumar.

Si quieres iniciar un tratamiento farmacológico, debes consultar antes con tu médico.

Él te recomendará el tratamiento más adecuado para ti.

Muchos fumadores consideran que la adicción física es el único factor que explica el consumo de cigarrillos. Pero esto no es del todo cierto. Si la adicción fuese el único factor, cualquier fumador que permaneciese una semana entera sin fumar no tendría que volver a desear un cigarrillo, ya que la tasa de nicotina en sangre habría descendido a cero y no habría ninguna razón física que explicara las ganas de volver a fumar.

Sin embargo, podemos encontrar numerosos ejemplos en los que este hecho no se cumple.

Existen, por lo tanto, otros principios que, añadidos a la adicción física, explican por qué se fuma.


La continuidad de la acción de fumar que lo
convierte en un hábito de comportamiento.

De igual forma que ocurre con otros hábitos de comportamiento, tales como lavarse los dientes o las manos, fumar es una conducta aprendida que se convierte en un hábito debido a tres elementos fundamentales:

Práctica
Fumar un cigarrillo se convierte en un hábito debido fundamentalmente a la práctica. Si calculas el número de cigarrillos que puedes fumar a lo largo de tu vida, seguro que la cifra te asombrará.
¡Esta suma puede oscilar entre 50.000 y 300.000 cigarrillos!




Si lo piensas detenidamente, observarás que existen pocas cosas que hayas realizado tantas veces.

Después de una práctica tan importante, la conducta de fumar acaba por automatizarse, lo que significa que ya no es necesaria tu decisión. Así, en numerosas ocasiones, te encontrarás fumando sin saber por qué, o encendiendo un cigarrillo cuando todavía tienes otro en el cenicero.

Asociación
Otro aspecto importante es la cantidad de cosas que haces fumando a lo largo del día. La asociación del cigarrillo a numerosas actividades conlleva que, el mero hecho de realizarlas, te provoque el deseo de fumar.

Piensa con cuántas cosas de tu vida cotidiana has asociado el hecho de fumar: tomar café, salir de copas, conducir, estar con amigos, la sobremesa, etc. Cualquier actividad de éstas que realices sin acompañarla de un cigarrillo, te puede parecer extraña, incompleta e insatisfactoria.

Refuerzo
Además de todo lo dicho anteriormente, la conducta de fumar se mantiene porque cada vez que fumas crees que obtienes consecuencias positivas, tales como: sensación de placer, de relajación, alivio de los síntomas de abstinencia, etc.

Debido a estos tres elementos y a un largo período de tiempo, una conducta aprendida en un momento determinado se convierte en un hábito de comportamiento estable y duradero.

Dejar de fumar es un proceso en el que tendrás que aprender a realizar tus actividades cotidianas sin tabaco. Y esto no siempre es fácil.

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