El tabaco es una adicción, eso
lo tenemos claro y no debemos desestimar su poder en ese sentido. Pero… ¿Por
qué a algunas personas les resulta fácil dejarlo y a otras no? ¿Por
qué algunas personas son capaces de fumar un par de
cigarrillos al día y otras necesitan dos paquetes? Porque dependiendo de la
“mochila emocional” de cada uno, de su pasado, de sus carencias y creencias, el
tabaco (como cualquier otra adicción) puede
convertirse en una máscara perfecta para esconder miedos.
Para desenmascararlo
es necesario analizar en profundidad esas ideas poderosamente instaladas en la
mente y mirar de frente, de una vez por todas, al miedo, desmontando las
creencias que son falsas y buscando soluciones creativas para las que no lo son.
El amigo que siempre está
Una de las primeras emociones que se despiertan
al dejar de fumar es esa poderosa sensación de pérdida.
Recientemente leímos la tesis de un compañero naturópata sobre el tabaco que
hablaba del cigarrillo como el amigo que siempre está ahí, en cualquier
circunstancia, a cualquier hora del día o de la noche. Un amigo que siempre
responde, que nos consuela cuando estamos tristes, que comparte nuestros
momentos de éxito, que solo escucha y no juzga jamás…
¿Quién no quiere un amor así?
Pero este amigo tiene una cara oculta que también conocemos, aunque no queramos
pensar en ello. Pero… ¿Por qué no queremos pensar en ello? ¿Qué carencias está
cubriendo?
El afecto
Si sentimos que perdemos a un gran amigo al dejar
de fumar, tal vez sea hora de analizar nuestra vida afectiva puesto
que, en realidad, sabemos perfectamente que el tabaco está muy lejos de
ser un verdadero amor.
Es posible que jamás hayamos reflexionado sobre
el hecho de que, en verdad, sí tenemos personas alrededor que nos quieren
bastante más que nuestros amigos los cigarrillos. Quizá estemos enfocando mal.
Quizá no estemos dando a esas personas el afecto, tiempo e importancia que
merecen en nuestra vida. Quizá prestemos tanta atención a nuestros problemas
que nos resulte más fácil echar mano de un amigo “imaginario” para no tener que
interactuar con personas de carne y hueso. Personas que dan cariño y lo
requieren. Personas que nos cobijan y apoyan pero a las que también tenemos que
dedicar nuestra atención y eso requiere generosidad y esfuerzo.
Si le estamos dando más valor al
cigarrillo que a las personas, estamos eligiendo mal y, seguramente,
lo hacemos en muchos aspectos de la vida. Quizá estemos buscando verdugos en
lugar de amor.
Cada vez que eches de menos a tu amigo el
cigarrillo, piensa en todas esas personas que sí están, y a las que no
prestas atención, para compartir con ellas tus miedos, tus éxitos, tu tristeza,
porque eso significa aprender a valorarlas y esa, sin duda, es una bonita
lección que aprender.
La fotaleza
Otra de las ideas que habitualmente relacionamos
con el tabaco es la sensación de fortaleza que nos
produce, de seguridad. ¿Qué se esconde detrás de esa sensación? Parece
un pulso a la vida.
Imaginemos esa situación, que se da tan a menudo,
en la que estamos fumando e intoxicando, de paso, a todas las
personas que nos rodean. Seguramente personas a las que queremos con locura…
¿Por qué lo hacemos? Parece un acto de rebelión infantil. Pero ya no somos
infantes, sino personas adultas capaces de aplicar los conocimientos adquiridos
a lo largo de la vida. Ya no hace falta rebelarse contra nada… ¡somos dueños de
nuestra vida! (¿O no?) Entonces… ¿Por qué esa rebelión? ¿Contra qué nos
rebelamos, en realidad?
Quizá contra nuestras propias actitudes. Quizá haya
llegado el momento de cambiar las cosas que no nos gustan de nuestra
personalidad o de nuestro entorno. Desde luego resulta mucho más fácil echarle
la culpa al mundo de todas nuestras desgracias y rebelarnos es un modo de
esconder la cabeza bajo la tierra para no hacernos responsable de nuestros
actos. En este caso, como en el anterior, también sabemos la verdad: el
tabaco no nos hace fuertes, sino dependientes; y no nos proporciona
seguridad, sino miedo. Cuando eches de menos la sensación de fortaleza, piensa
qué parcelas de tu vida son las que te hacen sentir débil:
- ¿Tu trabajo?
- ¿Tu pareja?
- ¿Tus amistades?
¡Resuélvelo! ¡Modifica lo que necesite ser
modificado! Quizá sea hora de admitir que ese trabajo, al que te has dedicado
siempre, choca de frente con tus valores morales o no te hace feliz. O quizá
sea tu pareja, o las amistades que te rodean, o una mezcla de todo. Para
avanzar es necesario, primero, ser consciente (por doloroso que sea) y segundo,
tomar decisiones. Rebelarse no sirve para nada. La rebelión es lucha y la lucha
está muy lejos del amor.
La concentración
He ahí otra de las grandes resistencias… “Sin
fumar no me concentro”. No puedo trabajar, no puedo pensar con
claridad, no puedo concentrarme en nada, me deprimo.
Es evidente que no hace falta mucha reflexión
para concluir que, tener que parar cualquier actividad cada cierto tiempo para
meterse al cuerpo una dosis de veneno no ayuda demasiado a la concentración, ni
a la alegría. Pero es que, efectivamente, cuando se deja de fumar, la
mente enloquece un poco. Se llama síndrome de abstinencia. Pienso que
este es uno de los pocos aspectos que tiene un fundamento real y un impacto
directo en las sensaciones corporales. Pero, por eso precisamente, también
tiene una solución mucho menos compleja que el resto de “resistencias”.
En este sentido, el síndrome de abstinencia
desencadena unos cambios bioquímicos en el organismo y en el cerebro que
podemos resolver fácilmente con un poco de paciencia, un poco de consciencia y
un poco de ayuda externa echando mano de algunos trucos para dejar de fumar.
Como decía Allan Karr en su fabuloso libro “Dejar de fumar es fácil si se sabe
cómo”, el síndrome de abstinencia es solo una molestia en el estómago, nada
más. Un monstruito al que, si dejamos de darle importancia, irá reduciendo su
tamaño hasta convertirse en nada.
El cambio
El mayor de los mitos: No puedo dejar de
fumar. ¿Qué se esconde detrás del “no puedo? El miedo al cambio.
Sabemos que hacemos mal pero es una situación que, al menos, ya conocemos. Ya
sabes el dicho… “Mejor malo conocido…” ¿Tanto miedo tenemos de cambiar? ¿Tan
cobardes nos creemos? Bien, entonces, quizá sea un buen momento para echar la
vista atrás.
Con toda seguridad, hemos atravesado momentos
críticos en nuestra vida que supimos resolver, que afrontamos con valentía…
¿Recuerdas alguno? Pues revívelo. Revívelo intensamente porque esa
valentía sigue dentro de ti. Por supuesto que somos valientes, todas y
todos sin excepción, cuando las circunstancias lo requieren. Y si no recuerdas
ninguno de esos momentos; si verdaderamente crees que no tienes capacidad ni
valentía para afrontar un cambio semejante, este es un buen momento para
hacerlo por primera vez.
¿Sientes que no tienes coraje? Pues
invéntatelo. La física cuántica sugiere que no existe una realidad
absoluta fuera de nuestra mente, que la realidad depende del observador. Quizá
estés pensando en este momento que sí, qué decirlo es fácil pero… ¿cómo
demonios consigo yo inventarme que soy valiente? La respuesta es fácil… ¡Con
ilusión!
Ilusión por el cambio
Dicen que la fe mueve montañas. Nosotras pensamos
que lo único capaz de mover montañas es la ilusión (amor por la vida, en último
término). Estamos convencidas de que, si lo que nos mueve a dejar de
fumar es el miedo o la obligación, lo más probable es que fracasemos.
En cambio, si lo que nos mueve es la ilusión, somos capaces de
cualquier cosa.
Bien.. ¿Qué pasa, entonces, si no tenemos
ilusión? Pues la generamos, así de fácil. Te sugiero que, tanto si ya has dejado
de fumar como si te lo estás planteando, escribas una lista (o mejor
aún, hagas un inmenso cartel lleno de fotos, dibujos y elementos alegres y lo
cuelgues en un lugar muy visible de tu casa o trabajo) con todas las cosas maravillosas
que conseguirás cuando, por fin, seas libre del tabaco. No solo a nivel físico,
sino a un nivel mucho más profundo, es decir, cuando por fin consigas dar un
paso adelante en la superación personal. Cuando por fin consigas liberarte de
tus miedos, fantasmas, verdugos o castigos auto impuestos. Cuando por fin
consigas comprender que, el hecho de dejar de fumar, va mucho allá de
liberarse de una adicción tóxica.
El esfuerzo
El camino hacia la superación personal
requiere un esfuerzo. No sugiero de ninguna manera que cualquier cosa
que merezca la pena en la vida lo requiera. A veces se dan situaciones
maravillosas que llegan por arte de magia, que la vida nos sirve en bandeja de
plata para nuestro gozo y deleite. Pero no creo que la superación personal sea
una de esas cosas… eso jamás ocurre por arte de magia.
El conocimiento requiere un esfuerzo. Convertirse
en alguien mejor requiere un esfuerzo. Y avanzar requiere una buena dosis de
esfuerzo, paciencia y disciplina. Requiere tropezar muchas veces y levantarse
otras tantas, explorar caminos que no conducen a ninguna parte para encontrar
el que lleva a la pradera, reflexionar sobre lo ya reflexionado y cambiar el
punto de vista para encontrar nuevos enfoques. Y de pronto, un día… ¡Ahí está!
El enfoque correcto. Quizá las ideas aquí expresadas no te sirvan demasiado
porque cada persona siente la vida y la experimenta de un modo diferente pero,
en cualquier caso, para dejar de fumar o para avanzar en cualquier
dirección son necesarios tres requisitos imprescindibles… voluntad, honestidad
y valentía.
Aunque nos hayan creer lo contrario, estamos
convencidas de que el ser humano es, por naturaleza, bueno y que, en su
interior, late con fuerza un poderoso deseo de amor y felicidad. Dejar
de fumar no es, ni más ni menos, que una manera de avanzar en esa
dirección.
visto en VidaNaturalia